Monday, July 30, 2007

El verano

Mis primeros recuerdos del verano son confusos y por lo tanto desordenados. A veces incluso son absurdos porque incluyen a personajes que no han representado nada en mi vida y sin embargo son recurrentes. Por ejemplo un empleado municipal que cuidaba los jardines de la plaza en que vivía y cuyo aspecto inducía a revisar los tratados de antropología en busca del eslabón perdido.
Era como un mono. No pasaba del uno cincuenta de estatura y sus extremidades superiores terminaban en unos dedos prensátiles que rozaban el suelo. Al menos a mí me lo parecía.
Aquel sujeto manejaba una enorme manguera y perseguía a todo aquél que hoyara el enorme pensil que el excelentísimo ayuntamiento había encomendado a su cuidado. La persecución,que iba acompañada de un fuego graneado de enormes piedras, hacía poco menos que temeraria hasta el heroísmo la penetración en aquellos jardines en los que unas campanas con olor y sabor a miel eran como el trasunto coruñes del parque de Maria Luisa y su olor a azahar.
No sé por qué asocio este recuerdo mostrenco a un lamento de corneta en la Capitanía General próxima e incluso a la voz atiplada y, siempre amable para mí, de Antonio Molina.
Pero el verano, aparte disquisiciones freudianas, siempre ha sido estación de amor. Mas que la primavera, que lo es de erotismo incipiente, en la que las mujeres se afanan en mostrar su belleza desembrazándose de cuanto ropón hacía del invierno un dudoso compañero de viaje.
Todos nos hemos enamorado en verano. Todos hemos abierto una puerta a la infidelidad en verano, porque acaso aquél temblor al acariciar por vez primera una mano o rozar una mejilla con la ternura de un primer beso encerraban mas verdad que los mil tequiero que diríamos a lo largo de la vida amorosa que nos tocaría vivir. ¿Quién no ha sido infiel recordando aquellos momentos?.
Asocio tambien al verano y al amor, a dos películas y la cancion de fondo de una de ellas. Una de las películas es americana y se titulaba algo así como El verano del 58 en la que un adolescente que asomaba incipientemente su nariz a la juventud, se enamoraba de una mujer casada y era ocasionalmente correspondido por ella hasta que el marido regresaba produciendo el natural dolor a aquel muchacho, que no obstante se repondría con cierta facilidad. La trama transcurre en una playa con excelentes exteriores y una música agradable.
La otra película, Del rosa al amarillo,forma parte de mis recuerdos mas queridos de adolescente y otro día la glosaré con mas calma. Diré, sin embargo, que la canción de fondo a la que aludía Mirando al mar de Jorge Sepúlveda pasó a ser la música de sintonía de cuantos programas de radio tuve ocasón de dirigir.
Cada uno recuerda los veranos a su manera. Ahora, ya de recogida, es todo mas prosáico. La insinuación dá paso a la desnudez y Doménico Modugno a King Africa. Pero bien es cierto que el amor en su tozudez pueden llegar en edad tardía, y que como el último estiaje del corazón disfrutarse en verano y hasta morirse de amor en verano. Y hasta darse un pistoletazo como hiciera Larra al salir de casa de su amada Dolores Armijo.
Claro que el ejemplo no está bien traído; Larra era jóven.
Yo no sé por qué he escrito ésto. Será porque mis lectores habituales están de veraneo y me siento un poco solo.

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