EL NIÑO TABLETA


Ayer coincidí en la consulta de un médico con un niño tableta. El pelo con flequillo hasta los ojos, chándal con logotipo de su colegio prurilingüe, pastilla de chicle a todo mascar y movimientos espamódicos de cabeza mientras pasaba la frías hojas de su tableta electrónica, ausente  de todo lo que ocurría a su alrededor.
En un momento dado su madre le pidió la tableta y el niño mas que darsela se la tiró. La mamá miraba con arrobo al zangolotino. El preadolescente es un cretinín en potencia. Llegará a la sociedad exigiendo, porque desde sus primeras leches unos papás de urbanización entre horteras y progres, valga el pleonasmo, le han dicho a este sujeto que es el rey del mambo.
Palabras como vocación de servicio, sacrificio, bien común le sonarán a carca, si es que le suenan a algo. Lo triste de la cuestión es cuando llegue el destete de este pobre niño tableta.
Tendrá que luchar por si sólo, sin los arrobos y cuidados de una mamá progre que vé en cada salida de tono del niño un signo inequívoco de poder y éxito futuros. Tendrá que fajarse con otros niños tableta y al no haber triunfo para todos vendrán los primeros desencantos que culminarán cuando, ya hombre, compruebe que el coche de su vecino adosado es mejor que el suyo.
El niño tableta morirá sin haber conocido valores y aún riéndose de quienes los tienen pero con una gran frustracion al haber cifrado el éxito en los mensajes subliminales o explícitos de una tableta que fué su guía en la consulta de un médico, en las clases de judo o en las de violín que odia, pero que unas mamás de mechas rubias y pilates consideran un signo de distincion del que hablan durante los cafés terapia de los miercoles.