De inhibidores e inhibidos
Escribir sobre la muerte es un ejercicio escatológico que me condiciona e impide , por mero sentido ético, asociar los hechos luctuosos, a la política, la ideología o a la simple opinión.
Incluso en la eleccion de las palabras procuro ser respetuoso, aunque a veces las tripas me dicten calificativos y dicterios cuando el muerto ha sido un chequista, o símplemente un traidor.
Anteayer me producía auténtica estupefacción escuchar de lo belfos de Jesús Cacho, refiriéndose a los paracaidistas caidos en Líbano: " a burro muerto, cebada al rabo".
No me extenderé en glosar esta coz. Valgan como lenitivo aquéllo del contexto, la no intención de ofender, la especie de impunidad que dá el micrófono etc.
Pero la cuestión que hoy quiero poner de manifiesto, queridos Pardillo, Gonzalo y demás amigos que me seguís con paciencia franciscana, es el extraño mundo de la política; de la galaxia Gutemberg y de muchos conciudadanos que parecen vivir un mundo mas virtual que el que nos dejara escrito Aldous Huxley.
Ahora resulta que la cuestión es Mayo o Noviembre. Me refiero a los inhibidores de frecuencia.
Pues bien, si como parece por los datos obtenidos hasta ahora : jurisdicción civil( parece que Marlaska); concesión de condecoración con distintivo amarillo; etc., estamos ante una traslación a la consideración de acto terrorista desde la naturaleza aparente y posiblemente real de una acción de guerra. Sé que técniamente es discutible.
Si esto es así, si estamos ante una acción terrorista (no emboscada sino atentado) ya no podríamos hablar con sentido mediato de la adquisición de inhibidores de frecuencia puesto que el procedimiento del coche bomba es mucho mas antiguo.
Por poner un ejemplo. El cinco de Junio de 1981 un artefacto colocado en una farola hizo explosión al paso de un furgon de la 9ª CRG de la Policía Nacional causando la muerte de un policía e hiriendo de gravedad a otros tres. El atentado se perpetró en el barrio donostiarra de Loyola y posiblemente contó con la colaboración de un soldado del acuartelamiento al que se dirigía el furgón.
Entonces se pidió blindaje para los vehículos que llegó mucho mas tarde. No sé si por aquellas calendas era ya de uso común el inhibidor de frecuencias.
Hemos oído, quizá con demasiada frecuencia, hablar a logistas y militares en los aledaños civiles de capacidades y otros términos que al igual que estado de bienestar; desarrollo sostenido etc, poseen en sí mismos una sorprendente eufonía, pero que cuando la muerte, irrumpe como lo ha hecho en Libano, parecen huecas y pervertidas hasta en su grafía de despacho confortable y seguro. Han pasado ¡26 años! y seguimos igual.
Dudo que no se hayan solicitado con tiempo suficiente, dudo de que se trate de inepcia colectiva, pero lo cierto es que seis paracaidistas han muerto y quizá un puñetero inhibidor hubiera podido salvarlos.
Me decía un jóven oficial, en su candidez y bonhomía, que como consecuencia de estas muertes quizá el pueblo español aprenda a valorar a sus Fuerzas Armadas. Yo me acordé entonces de los marines americanos que no quiren ni afecto ni compasión, dicen que es su trabajo.
Buena respuesta para este pueblo nuestro del tomate, las birritas y el caso Calderón.
Pero eso sí, que pidan inhibidores y pelas, que en esta sociedad nuestra si dices que eres patriota se cachondean.
En esa tierra martirizada, que un día fué un maravilloso vergel seguro que de noche se oye espantar a la muerte con una canción "... viva el vino de mi tierra/que a los muertos resucita /viva la mujer que tiene/un novio paracaidista". Salud celeporros.
Escribir sobre la muerte es un ejercicio escatológico que me condiciona e impide , por mero sentido ético, asociar los hechos luctuosos, a la política, la ideología o a la simple opinión.
Incluso en la eleccion de las palabras procuro ser respetuoso, aunque a veces las tripas me dicten calificativos y dicterios cuando el muerto ha sido un chequista, o símplemente un traidor.
Anteayer me producía auténtica estupefacción escuchar de lo belfos de Jesús Cacho, refiriéndose a los paracaidistas caidos en Líbano: " a burro muerto, cebada al rabo".
No me extenderé en glosar esta coz. Valgan como lenitivo aquéllo del contexto, la no intención de ofender, la especie de impunidad que dá el micrófono etc.
Pero la cuestión que hoy quiero poner de manifiesto, queridos Pardillo, Gonzalo y demás amigos que me seguís con paciencia franciscana, es el extraño mundo de la política; de la galaxia Gutemberg y de muchos conciudadanos que parecen vivir un mundo mas virtual que el que nos dejara escrito Aldous Huxley.
Ahora resulta que la cuestión es Mayo o Noviembre. Me refiero a los inhibidores de frecuencia.
Pues bien, si como parece por los datos obtenidos hasta ahora : jurisdicción civil( parece que Marlaska); concesión de condecoración con distintivo amarillo; etc., estamos ante una traslación a la consideración de acto terrorista desde la naturaleza aparente y posiblemente real de una acción de guerra. Sé que técniamente es discutible.
Si esto es así, si estamos ante una acción terrorista (no emboscada sino atentado) ya no podríamos hablar con sentido mediato de la adquisición de inhibidores de frecuencia puesto que el procedimiento del coche bomba es mucho mas antiguo.
Por poner un ejemplo. El cinco de Junio de 1981 un artefacto colocado en una farola hizo explosión al paso de un furgon de la 9ª CRG de la Policía Nacional causando la muerte de un policía e hiriendo de gravedad a otros tres. El atentado se perpetró en el barrio donostiarra de Loyola y posiblemente contó con la colaboración de un soldado del acuartelamiento al que se dirigía el furgón.
Entonces se pidió blindaje para los vehículos que llegó mucho mas tarde. No sé si por aquellas calendas era ya de uso común el inhibidor de frecuencias.
Hemos oído, quizá con demasiada frecuencia, hablar a logistas y militares en los aledaños civiles de capacidades y otros términos que al igual que estado de bienestar; desarrollo sostenido etc, poseen en sí mismos una sorprendente eufonía, pero que cuando la muerte, irrumpe como lo ha hecho en Libano, parecen huecas y pervertidas hasta en su grafía de despacho confortable y seguro. Han pasado ¡26 años! y seguimos igual.
Dudo que no se hayan solicitado con tiempo suficiente, dudo de que se trate de inepcia colectiva, pero lo cierto es que seis paracaidistas han muerto y quizá un puñetero inhibidor hubiera podido salvarlos.
Me decía un jóven oficial, en su candidez y bonhomía, que como consecuencia de estas muertes quizá el pueblo español aprenda a valorar a sus Fuerzas Armadas. Yo me acordé entonces de los marines americanos que no quiren ni afecto ni compasión, dicen que es su trabajo.
Buena respuesta para este pueblo nuestro del tomate, las birritas y el caso Calderón.
Pero eso sí, que pidan inhibidores y pelas, que en esta sociedad nuestra si dices que eres patriota se cachondean.
En esa tierra martirizada, que un día fué un maravilloso vergel seguro que de noche se oye espantar a la muerte con una canción "... viva el vino de mi tierra/que a los muertos resucita /viva la mujer que tiene/un novio paracaidista". Salud celeporros.